sábado, 12 de marzo de 2011

La satisfacción del beber cumplido.

Entrevista con Prepucio Pérez, agente infiltrado en grupúsculos contrarrevolucionarios.
Por Remberto Sapin Godoy.

Los vecinos del barrio Coco Solo, en la capital, recibieron anoche al héroe anónimo Prepucio Pérez, quien permaneció por un interminable período de tres meses y medio infiltrado en los grupúsculos contrarrevolucionarios, informando a la seguridad cubana, con peligro extremo para su vida,  de cada plan terrorista de las Damas de Blanco. Todo su barrio acudió espontáneamente, luego de que los presidentes de cuatro CDR, cincuenta policías y una brigada de respuesta rápida de albañiles guantanameros fuesen, casa por casa, alentándolos amablemente a participar en el evento.
Prepucio Pérez saltó a la fama hace pocas horas, cuando la televisión dedicó un programa especial de siete horas, por todos los canales, para revelar su verdadera identidad, la del agente “Tribilín” de la seguridad cubana, al que todos, incluso él mismo, tomaban por gusano y mercenario del imperialismo. Prepucio fingió ser periodista independiente, y con enorme esfuerzo y valor penetró el círculo de amistades de las Damas de Blanco, esas peligrosas agentes de la CIA que, con el pretexto de pedir la libertad para sus esposos prisioneros políticos (aún cuando en Cuba no haya presos políticos, o sea, que esos supuestos maridos ni siquiera existen), practican el terrorismo cada domingo por la Quinta Avenida, amenazando al país con gladiolos, y si ya bastante esfuerzo y valor le llevó a Prepucio Pérez hacerse pasar por periodista, más entereza necesitaría para permanecer, arriesgando el pellejo, durante todo ese tiempo siguiendo a las señoras, retratándolas con su celular  y arriesgándose a perder la vida cruzando la Quinta Avenida, con uno de esos panelitos de corporación que van a mil por hora y no respetan ni la luz verde.
Luego de que la pionerita Vanessa Yumisleidis del Toro leyese un comunicado, escrito por su papá, Enamorado del Toro, primer secretario del PCC en la provincia, los vecinos le cantaron a Prepucio el himno “Marcha de los Lineamientos del Partido” y se fueron corriendo a ver la telenovela que ya estaba por comenzar. En ese momento Prepucio accedió, con esa humildad y falta de voluntad propia que caracteriza a nuestros combatientes, a contestar algunas preguntas para nuestra revista.
Bohemia: Prepucio, sin ánimos de inducir tu respuesta… ¿estos grupúsculos son mantenidos por el imperialismo, y se aprovechan de los fondos asignados para beneficio personal?
Prepucio: Estos grupúsculos son mantenidos por el imperialismo, y se aprovechan de los fondos asignados para beneficio personal.
Bohemia: Eso pensé. Ahora bien, Prepucio. ¿Las Damas de Blanco son terroristas?
Prepucio: Las Damas de Blanco son terroristas.
Bohemia: Prepucio… ¿Cómo fuiste reclutado por los lacayos del imperialismo?
Prepucio: Fui reclutado por los lacayos del imperialismo.
Es este momento, y dado que a nuestro valeroso agente aún no le habían instalado el chip para procesar pensamientos con diferentes niveles de complejidad, pedí permiso al oficial Perico Bustamante, el capitán que estaba a cargo de la supervisión de Prepucio, y le instalé yo mismo una copia del que nos ponen a nosotros, los reporteros oficiales, en la sede de la Unión de Periodistas de Cuba. Aparentemente funcionó de maravillas.
Bohemia: Compañero Prepucio, refiérenos las condiciones en las que fuiste reclutado por los lacayos del imperialismo.
Prepucio: Yo trabajaba en una panadería que era frecuentada por una de las Damas de Blanco. Un día recibí la visita del capitán Perico Bustamante, quien me avisó de las actividades delictivas de esta señora y sus secuaces, y que, aprovechando que yo le vendía harina, debía convertirme en informante y seguir a esas apátridas a todas partes.
Bohemia: Y usted aceptó, por supuesto, lleno de orgullo patriótico.
Prepucio: Bueno, yo no me quería meter al principio, pero me enseñaron como cien horas de vídeos donde yo aparecía robándome la harina de la panadería y vendiéndola por la izquierda, equivalentes a unos diez años por malversación, y ahí sí que acepté, lleno de orgullo patriótico.
Bohemia: ¿Era usted quien avisaba a las autoridades del lugar y la hora en que esas gusanas iban a desfilar?
Prepucio: Sí, a mí se me asignó esta tarea, para que el gobierno tuviera tiempo de convocar a las manifestaciones espontáneas en contra de ellas.
Bohemia: A menudo eras invitado a la Oficina de Intereses norteamericana, donde te adiestraban para desestabilizar a la Revolución.
Prepucio: Sí, como no. Fui varias veces, hasta que el cónsul comenzó a notar que le faltaban botellas de whisky. Una vez hasta me revisaron el maletín a la salida, pero no me encontraron nada.
Bohemia: Claro, la honestidad del combatiente revolucionario es a toda prueba.
Prepucio: No, no, yo sí me estaba llevando las botellas de whisky, pero desde que trabajaba en la panadería aprendí a esconderme varias libras de harina en un lugar que nunca revisaban, y ahí mismo ocultaba las botellas. Una para mí y la otra para el capitán Perico Bustamante, mi supervisor.
Bohemia: La satisfacción del beber cumplido…
Prepucio: El capitán me cambiaba mi parte por unas botellas de chispa que le tumbaba al bodeguero de su cuadra, pero yo sabía que todo era por el bien de la Revolución. Una vez mi hija me encontró bebiendo y me preguntó “Papá ¿es verdad que tú haces periodismo en contra del gobierno?”, y yo, ocultando mi vergüenza, tuve que decirle “Sí, hija, yo hago periodismo en contra del gobierno”. Ella me abrazó diciendo: “Ay, papi, qué swing, cuando se caiga este gobierno de mierda yo quiero que me presentes a María Elvira…”
Bohemia: Seguramente corrió graves riesgos mientras pasaba por desafecto ¿no es cierto?
Prepucio: Sí, una vez avisé de una marcha, y a los veinte minutos se aparecieron unos albañiles del Blas Roca, y como yo estaba llamando a Radio Martí, me quitaron el celular y me cayeron a cabillazos. Yo les decía: “oye, que yo soy de tu bando”… Y ellos me seguían sonando mientras me contestaban “¡Descaráo, vendepatria, tú no eres de nuestro bando, pareces muchas cosas menos bugarrón!”…
La conversación con el agente Tribilín llegó a su fin. Se agotaron las pilas de mi grabadora, y como no tengo asignación de baterías nuevas hasta el mes próximo, me despedí de Prepucio Pérez, no sin antes recuperar el chip de la UPEC, pues uno nunca sabe cuando hay que volver a aprovechar los avances de la tecnología, y según parece, por estos días habrá más destapes de agentes encubiertos, y el aditamento electrónico, debidamente conectado a algún combatiente durante otra emotiva entrevista, servirá para demostrar al mundo la integridad de nuestros ciudadanos y el sentimiento de lealtad incondicional a Fidel y a la Revolución.

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